El arte más que la consumación de un
hecho estético, es el corolario de una conmoción espiritual. Una clave para
adorar esa obra, El Espejo, es acercársele como quien se asoma a un poema o a
una elegía; a una obra de arte, esto es, vuelvo a decirlo, a una celebración
del espíritu y no a un film en el sentido tradicional del término. Dejamos unas
palabras reproducidas por Tarkovsky en su libro Esculpir en el tiempo,
las que le escribiera una espectadora de El Espejo.
.
Y agrego antes unas palabras escritas por
un servidor hace varios años, cuando di con rastros de sus obras de arte en la atmósfera youtube.
Informe del desapego
Guarida de los poetas
la poesía, la memoria, el cine.
Obra maestra, guía del alma, El espejo, de Tarkovsky,
incluye algunos poemas de su padre, aunque en este film puede sentirse la
poesía respirando al lado de uno. La primera vez que fui testigo de este
memorial (tendría yo unos 23 años) recuerdo que dejé mis manos impresas en el
respaldar de la butaca delantera, tal fue el estado de turbación vivencial en
que me postraban sus imágenes, estaba yo en medio de una fiesta del espíritu,
tocado de un don celeste, vibrando en cada poro de mi ser. Cuando salimos de
aquella gratamente recordada sala de ensayo que se llamaba La Pirámide,
me encontraba en un estado de exaltación que, tanto mi compañera como unos
amigos que nos habían acompañado a ver la cinta, no alcanzaban a comprender.
Ellos se habían aburrido de lo lindo. Mi asombro no fue menor al de ellos. Tan
sólo diré algo más en torno a El Espejo. Todas las veces que he
sido su testigo me ha quedado el sabor de que el film-poema culmina donde
comienza la Divina Comedia de Dante, internando el
ojo del espectador hacia el núcleo de una selva oscura. Otro pensamiento me
suscita: que así como el árbol, en veces, no nos deja ver el bosque, el bosque
de nuestra psique, en veces, no nos permite ver el árbol.
sábado, 28 de febrero de 2009
GUARIDA DE LOS POETAS
Tarkovsky - Conversa sobre temas diversos...
Continuamos agregando documentos sobre la obra y perspectiva del mundo que nos
legara ese artista del vivir que respondió al nombre de Andrêi Tarkorvsky; una
perspectiva hoy mayoritariamente desatendida -cuando no objetada- que no hace
más que hablarnos desde un lugar común llamado sensatez, fuente de aguas
cristalinas que brotan de un remanso secreto y apartado, sobre el que cada vez
menos vuelven sus pasos los moradores de la tierra; una mirada emparentada a
los coloquios con que nos obsequiaban algunos de nuestros predecesores,
exponentes de una importuna y casi siempre desoída vieja guardia. Hoy por hoy,
la originalidad en nada se parangona con lo originario, esto es, con las
fuentes del vivir. Muy poca gente vuelve su mirada a lo sencillo, al disfrute y
agonía del vivir que se diluye en nuestras manos, milagro que deberíamos
saborear con el paladar de la imaginación sensible. No se tiene tiempo para
eso, se lo tiene para una virtualidad epidérmica e improvisada, carente de vida
en los recovecos del espíritu. En las urbes, sobre todo, mucha es la gente que
se abochorna ante una faceta cualquiera de la vida que muestre la más nimia
relación con el mero sentir, con aquello que antaño fácilmente identificábamos
con el con-moverse. Se habla de arte o poesía como de islas desérticas que en
nada llevan relación con el desorientado y agitado continente en que se ha
convertido nuestro diario vivir. Mal que aqueja, incluso, a muchos de quienes
viven la ilusión de cultivar arte y poesía. Es por ello, creo yo, que obras
como las de Tarkovsky han de pasar desapercibidas o por debajo de la mesa para
el común de los mortales, cuando no son tachadas de aburridas. Se ha instaurado
la creencia de que la abulia está estrechamente ligada a la búsqueda de nuestra
verdad como seres indivisos, pesquisa que no podría hacerse si no es por vía
del silencio y la mirada introspectiva. En cambio, se suele ligar la gana y
nuestros apetitos con los fuegos fatuos de una imaginería desalmada, que colma
todos los espacios de una exterioridad acuñada y vendida como única verdad. Muy
poca gente se deja seducir con franqueza sobre cuál sea la razón de nuestros
pasos en la tierra. Es más cómodo el dejarse ganar por verdades prestadas que
el buscar las nuestras propias, por muy exiguas que nos puedan parecer. En
realidad, nada es exiguo cuando nace en la autenticidad.
Siempre he mantenido que la poesía vive más allá de la palabra, de la lengua,
de los medios de que disponemos los seres humanos. Y aún lo mantengo. Es por
ello que siempre y ante todo defiendo la presencia de poesía en toda hora y
lugar, a expensas de la ceguera colectiva. La poesía es el germen del arte,
nunca habrá arte donde no viva poesía (en ello lleva relación con cierta
musicalidad del alma). Y no vivirá jamás poesía allí donde no se cultiven el
silencio y la memoria, paso previo a toda escritura. Se escribe con una cámara,
se escribe visionando escenas, se escribe alucinando. Y se escribe modelando,
esculpiendo, pintando, musicando; se escribe sobre la arena o gesticulando en
el aire. El genio de la poesía yace allí, en cada entrega a un escribir nacido
en las fuentes del memorar. Y es por ello que por esta guarida de los poetas
pasan los seres más impensados para quienes fueron educados bajo la presunción
de que poesía es un arte rígido y divorciado del mundo, un arte que solo pueden
cultivar elitescas minorías. Ésa es una verdad a medias, por no decir que es
una precaria presunción. La poesía está más cerca de los hechos que cualquiera
de las ciencias del espíritu creadas por el hombre para aprehender su realidad.
Y citaré, por gusto y para cerrar estas líneas, los versos de un poeta que
jamás he podido olvidar. Cito de memoria, así que excúsenme por no poder
agregar, desde ahora, los datos de la publicación y del traductor. Se trata de
una traducción bilingüe que a mí me place mucho y que tiene una data de no
menos veinticinco años. Tan pronto como consiga ese magnífico ejemplar,
proveeré más datos de la edición.
¡En cuántas cosas que me prestaron yo viajo por el mundo!
¡Cuántas cosas que me prestaron conduzco como mías!
¡Cuánto de lo prestado, ay de mí, yo mismo soy!
Éstas líneas son parte de un memorable poema cuyo primer verso reza: Al
volante de un Chevrolet, por el camino de Sintra (Poemas de Álvaro de
Campos, heterónimo de Fernando Pessoa).
A la salud suya, hipotético viajero...
lacl
( En: http://letrascontraletras.blogspot.com/2009/02/breves-de-mi-bitacora-acuariana.html)
El espejo
La escena final
Nel mezzo del cammin di nostra vita
mi ritrovai per una selva oscura
ché la diritta via era smarrita.
(En medio del camino de nuestra vida
me encontré en una selva oscura
pues la vía recta había perdido.)
Dante, Divina comedia
ENTREVISTA
http://www.youtube.com/watch?v=gy1DpCOON6Q
http://www.youtube.com/watch?v=2MoVQr1t8kU